VIDRIOS ROTOS

Por Lilia E. Calderón Almerco 
De mi colección Era una vez en la escuela


Era una escuela secundaria de la periferia al sur de Lima, donde todo era escaso. Iban los años noventa y estábamos en pleno invierno de agosto con viento y llovizna. En el aula de primero de Secundaria, las ventanas presentaban los vidrios rotos por donde se filtraban el frío y la humedad típica de la zona. Debido  a ello, la mayoría de los estudiantes padecía de tos y resfriado, lo que condujo a la docente tutora a buscar una solución inmediata.

Para ello, hubo una reunión entre la tutora y los padres y madres de familia de los estudiantes en la que se acordó realizar una picaronada, es decir, la venta de picarones para recaudar el dinero necesario destinado a renovar los vidrios rotos de las ventanas del aula de primero de Secundaria. Las madres compraron los ingredientes y prepararon la masa para los picarones, mientras que los estudiantes y la docente tutora hicieron la venta anticipada.

Dicha actividad se realizó un día sábado desde las 3 hasta las 7 de la noche y fue todo un éxito. Se vendió todo entre las familias del barrio y de la comunidad educativa. Mientras las madres freían los picarones para atender a una larga cola de compradores, los padres gestionaban en arreglo de las ventanas. Tal es así que al terminar la actividad se entregó el dinero recaudado al vidriero del barrio quien se ofreció a cambiar los vidrios rotos durante el domingo; además, el dinero sobrante se entregó a los padres que pintarían la estructura de fierro de las ventanas, de modo que, para el lunes, el problema estaría resuelto. Y así fue. Aquel lunes todo fue algarabía en dicha aula.

Pero, el martes fue aterrador. Cuando los estudiantes ingresaron al aula encontraron que todos los vidrios de las ventanas estaban rotos. ¿Qué había ocurrido? ¿Quién lo hizo? ¿Por qué? El portero de la escuela comentó que, posiblemente, los culpables eran drogadictos o borrachos o pandilleros que pasaban por ahí en las noches. 

Comentarios