No las grandes verdades yo te pregunto, que
no las contestarías; solamente investigo
si, cuando me gestaste, fue la luna testigo
por los oscuros patios en flor, paseándose.
Y si, cuando en tu seno de fervores latinos,
yo escuchando dormía, un ronco mar sonoro
te adormeció las noches, y miraste en el oro
del crepúsculo, hundirse los pájaros marinos.
Porque mi alma es toda fantástica, viajera
y la envuelve una nube de locura ligera
cuando la luna nueva sube al cielo azulino.
Y gusta si el mar abre sus fuertes pebeteros,
arrullada en un claro cantar de marineros,
mirar las grandes aves que pasan sin destino.
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