Poema "ENEREIDA" de César Vallejo

Mi padre, apenas,

en la mañana pajarina, pone

sus setentiocho años, sus setentiocho

ramos de invierno a solear.

El cementerio de Santiago, untado

en alegre año nuevo, está a la vista.

Cuántas veces sus pasos cortaron hacia él,

y tornaron de algún entierro humilde. 

 

Hoy hace mucho tiempo que mi padre no sale!

Una broma de niños se desbanda.

 

Otras veces le hablaba a mi madre

de impresiones urbanas, de política;

y hoy, apoyado en su bastón ilustre

que sonara mejor en los años de la Gobernación,

mi padre está desconocido, frágil,

mi padre es una víspera.

Lleva, trae, abstraído, reliquias, cosas,

recuerdos, sugerencias.

La mañana apacible le acompaña

con sus alas blancas de hermana de la caridad.

 

Día eterno es éste, día ingenuo, infante,

coral, oracional;

se corona el tiempo de palomas,

y el futuro se puebla

de caravanas de inmortales rosas.

Padre, aún sigue todo despertando;

es enero que canta, es tu amor

que resonando va en la Eternidad.

Aún reirás de tus pequeñuelos,

y habrá bulla triunfal en los Vacíos.

 

Aún será año nuevo. Habrá empanadas;

y yo tendré hambre, cuando toque a misa

en el beato campanario

el buen ciego mélico con quien

departieron mis sílabas escolares y frescas,

mi inocencia rotunda.

 

Y cuando la mañana llena de gracia,

desde sus senos de tiempo,

que son dos renuncias, dos avances de amor

que se tienden y ruegan infinito, eterna vida,

cante, y eche a volar Verbos plurales,

jirones de tu ser,

a la borda de sus alas blancas

de hermana de la caridad, ¡oh, padre mío!

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