Por Lilia E. Calderón Almerco
Llegó la hora del ingreso a las aulas, yo los esperaba en la puerta, los observaba y me quedaba asombrada por los cambios físicos que se habían operado en cada uno de ellos y ellas. Ya en el aula, ¿qué hicieron en vacaciones? ¿Viajaron? ¿Deportes? ¿Hicieron algún taller de verano? Después, los buenos deseos, las expectativas para el nuevo año en la materia de Comunicación de segundo año.
Finalmente, los felicité porque habían crecido mucho. Ellos y ellas estaban más altos, más altas, pero yo tenía un reclamo, solo yo no había crecido ni un centímetro. Cuando dije esto, ellos y ellas dejaron sus asientos, vinieron corriendo hacia mí y me abrazaron diciendo a coro ¡pobrecita!
Esta escena quedó guardada en mi cofre de los recuerdos más bellos de mi vida.

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